viernes, 4 de noviembre de 2011

Carta a la eternidad (2ª Parte)

(...) Al final, cuando el dolor era imparable, cuando los médicos sacaron su mejor voluntad pero sin encontrar la solución y se procedió a la sedación, hay una cuestión que me gustaría comprender, y a veces no puedo discernir si estabas conforme y eras plenamente consciente de tu despedida o en tu más intimo deseo era seguir  luchando, aun sabiendo que no había remedio.

Esta pregunta me tortura, los médicos dicen que tú sabias toda la verdad, y a mi parece a veces que sí, y que disimulabas por no verme sufrir.

Mientras yo rezaba para que Dios te llevara  pronto, para que no fueras consciente de que tus piernas habían empezado a morir, para que no notaras que te ibas paralizando poco a poco repleto de dolor y con los pulmones destrozados.

Siento la necesidad de saber como tu espíritu se enfrentó a la despedida de una vida que tú querías seguir viviendo, arañándole trocitos a una enfermedad cruel y despiadada. Tengo la impresión que te conformaste al final, y te entregaste convencido pero no vencido, que te dolió dejarnos, sabiendo como todos te queríamos, pero consciente de que tenías que seguir, para mejorar, para evolucionar, para dejar tu legado. No olvidaré mientras viva tu cara, tu expresión de dormir tranquilo, de paz, dejando de respirar y aprovechando el  momento oportuno cuando tu padre, tu hermano y yo, agarrados a tus manos hablábamos de la existencia de la eternidad y de un mundo mejor donde tu te ubicarías para siempre.

Atardecer

Ahora y desde aquel día disfruto la lluvia, las nubes grises y el color del cielo aguamarina, ya no importa la humedad ni que el sol no salga, ya tienen mis sentimientos grabadas en los mas profundo la hora mágica: a las cinco menos diez de la tarde del veinticuatro de diciembre de dos mil nueve, de alguna manera se parece a aquel día a las diez de la mañana de seis de abril de mil novecientos ochenta y ocho. Todo cambió para mi entre estas dos fechas, durante este corto tiempo tu existencia en mi vida forjó el amor, el orgullo, el honor y la satisfacción de haber sido tu madre.

Un beso y abrazo eterno, 

Tu madre, Amparo.
10 de Febrero de 2010 

Amparo Carmona, Carta a su hijo extraída de su blog: El canto del mirlo en primavera

1 comentario:

  1. Amparo. Gracias por compartir con todos nosotros tu experiencia. Un abrazo enorme.

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