viernes, 28 de octubre de 2011

Carta a la eternidad (1ª Parte)

Amanecer

He leído que la muerte de un hijo es una mutilación. Por eso me siento rota, incompleta, por eso cada vez que miro tu foto siento el dolor de un miembro amputado, no está pero  duele mucho.
Una frase asalta mi mente cada vez que miro a tus ojos en una inmóvil foto, te quiero, te añoro, siento tu ausencia como un agujero negro que me consume y me despedaza.

También he leído un poema, que me dice que la muerte es un cambio de lugar en la intemporalidad, es un no dejarte caminar por la hierba, ni asaltar ventanas cantando canciones de amor, no podrás disfrutar de un helado, ni de una caricia y unos ojos que te miren y unos labios que besar.  Te has cambiado de lugar, ya en tu cuarto no suena la música que te gustaba escuchar, no se oyen a tus amigos relatar historias de mundos fantásticos y personajes míticos. Ya no preparo café para seis, ni aparece tu ropa en la colada. Tú, ya en casa no estas. Sé que te has cambiado de lugar.

El destino me ha quitado la oportunidad, de ver que profesión tendrías, con que mujer te casarías, o que viajes realizarías. Solo sé que te has cambiado de lugar, que ahora habitas en la dimensión donde el tiempo no te envejece. A veces cuando me empeño en hablar  contigo, que aunque no oiga tu voz, yo te hablo desde el corazón y con el corazón te quiero escuchar, porque siento la necesidad de saber que estas bien, que todo lo que ha ocurrido te habrá dolido, pero que puede que el corto tiempo que pasaste con nosotros te halla llenado de tanto amor que te haya merecido la pena, disfrutar de esta corta estancia a pesar de todo lo sufrido,  que allá donde te encuentres disfrutes de la paz, del conocimiento, del valor de haber dejado un bonito rastro para que podamos aprender a ser valientes, honestos y fuertes.


A  veces pienso que llegaste a mi vida por algo muy trascendental, y que tengo que descubrir poco a poco para comprender si todo lo vivido por tì tiene algún sentido, ten la seguridad que eres fruto del amor mas sincero, que  tu padre y yo soñamos con tu existencia antes de que fueras una realidad, que cada momento que hemos vivido a tu lado lo hemos disfrutado, compartido y saboreado, los buenos momentos, y los difíciles también, sin que nunca fuera una carga, ni una molestia, siempre orgullosos de ti, aunque reconozco que no siempre estuvimos acertados. Alguna vez tu vitalidad en la infancia nos agobió, tu rebeldía en la adolescencia nos asustó, y tu fortaleza en la enfermedad nos impresionó (...)

Amparo Carmona, Carta a su hijo extraída de su blog: El canto del mirlo en primavera

2 comentarios: