Hoy os traemos la experiencia que Mariquilla ha querido compartir sobre algunos de sus aprendizajes a lo largo de sus años como cuidadora.
Cuando mi padre enfermó le estuve cuidando, aunque entonces
la cuidadora principal era mi madre y mi papel fue sólo apoyarla. Recuerdo que
le afeitaba, hasta que él empezó a protestar y entonces avisamos a un barbero
que venía a casa un par de veces por semana; le daba la comida y él la devoraba
porque hasta el final mantuvo un apetito excelente, aunque el pobrecito miraba
los platos con aquella dieta insípida y suspiraba…; le daba muchos besos y
muchos abrazos y él me echaba unas miradas muy tiernas, porque los últimos
meses ya no podía hablar, pero yo sé que se enteraba de muchas cosas y, desde
luego, estoy segurísima de que percibía los mimos y el amor. Al principio,
también estuve con él en el hospital y yendo a ver a unos médicos y a otros,
hasta que entre todos nos convencieron de que no había nada que hacer por él…
más que cuidarle lo mejor posible… entonces, ya dejamos de llevarle al hospital
y de ir nosotras y sólo venía a casa su médico de familia y alguien de
enfermería… También ayudaba a cambiarle los pañales cuando hacía falta, para
eso era necesario que estuviéramos varias personas porque mi papá pesaba mucho…
Además, ayudé a mi madre a tomar decisiones… porque hubo que decidir muchas
cosas, como por ejemplo, si ponerle o no sonda nasogástrica… nosotras decidimos
que no, porque mi padre no hubiera querido que le alargaran así la vida. Sobre
todo, lo que intenté fue pasar mucho tiempo con él y quererle mucho… A mi padre
le hacía tremenda ilusión cumplir los setenta años, pero el día de su cumpleaños
ya estaba tan malito que apenas se enteró…
Así que lo que aprendí de toda esa experiencia es que hay que disfrutar
la vida, porque cuando menos lo esperas puedes enfermar y… puedes morir… Fue un
proceso duro, sobre todo, porque durante aquellos meses estuvimos preparándonos
para que mi padre se fuera, pero también tuvimos tiempo de aceptarlo y eso
facilitó todo el desenlace. Lo que no sé y nunca lo sabré es si él también
llegó a aceptarlo.
También he cuidado a mi madre cuando la han operado: la he
lavado, le he curado las escaras, la he ayudado a moverse, le he dado de comer
y he intentado animarla porque ella lleva fatal la enfermedad y la
hospitalización. La han operado varias veces así que la he cuidado varias
veces. Pero, estas ocasiones han sido muy llevaderas y muy fáciles porque todo
pintaba muy positivo y sólo había que sobrellevar lo mejor posible la
situación. Eso sí, dos de las hospitalizaciones me pillaron embarazada y eso sí
tuvo su “gracia” porque dormir en esos sillones de hospital estando embarazada,
desde luego, no es agradable. Con mi mamá he aprendido que en el cuidado es
fundamental transmitir ánimos y ver el lado positivo de toda la situación
porque ella mostraba cierta tendencia a deprimirse en el hospital y eso hacía
que todo fuera más difícil.
Nació mi niño, hace ya 19 meses y ahora me dedico a cuidarle
a él… y es la experiencia de cuidado más maravillosa de todas las posibles,
según mi punto de vista… Hago las mismas tareas que hacía con mi papá y mi
mamá: le doy de comer, le limpio el culito, le baño, le visto, le duermo, le
entretengo y le doy todo el cariño que puedo… A él además, le estoy educando y
enseñando a desenvolverse en este mundo. Estoy aprendiendo a ver el mundo a
través de sus ojos y es una experiencia única y apasionante.
No obstante, yo diría que mi experiencia como
cuidadora más
vital y más tremenda es cuidar a mi pareja. El tiene una enfermedad crónica
desde hace cinco años, cinco años en que le estoy cuidando y viviendo una
experiencia trascendental en todos los sentidos. Porque es la situación más
dura y más inquietante a la que me he enfrentado, porque tenemos un nivel de
incertidumbre elevadísimo y porque en ningún momento ha estado estabilizado.
Hemos pasado algunos momentos buenos, pero la mayor parte del tiempo él no se
encuentra bien y tengo que asumir yo toda la carga de la vida a mi alrededor,
en todos los sentidos. En este caso, mis cuidados no tienen tanto que ver con
lo físico porque él es bastante autónomo para desenvolverse en la vida diaria,
sino más bien con el cuidado anímico, con la responsabilidad de todas las
gestiones, temas médicos y tratamientos y con, sencillamente, tirar de todo
para que la casa y la familia sigan en marcha… Es durísimo, la verdad porque la
mayor parte del tiempo estoy yo sola para todo. Tengo 40 años y a los 35 mi vida cambió
drásticamente. En este tiempo, he hecho tres aprendizajes esenciales: 1) es
imposible hacerlo sola, hay que apoyarse en algo y en alguien, siempre. 2) hay
que mantener en la medida de lo posible una vida propia que incluya algo
divertido aunque sea una vez cada tanto, hay que seguir saliendo y riendo todo
lo posible y 3) Esto sólo se puede hacer desde el AMOR, el AMOR con mayúscula.
Un AMOR que te hace tener siempre presente todo lo que era bueno y hermoso en
esa relación y en esa persona, un AMOR que te hace recordar todas las
cualidades positivas de la persona a la que cuidas y todo lo que te aportó
cuando se encontraba bien, un AMOR que compense las renuncias y que, en los
momentos difíciles, haga que todo merezca la pena. Cuidar desde el AMOR es la
única manera de que la tarea de CUIDAR no te devore. El AMOR.
Fdo: Mariquilla
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gracias por compartir tu experiencia y tus palabras,
ResponderEliminaruffff, gracias por compartir esto, yo perdi a mi madre el dia 29/12/2012 y fué un dia muy duro, pero me consuela pensar que la tuve en casa cuidándola todo el año anterior a su enfermedad, ella y mi padre, porque ella asi me lo pidió; y lo volveria a hacer una y mil veces, no me arrepiento de ese año que comparti con ella todo.
ResponderEliminarDaria cualquier cosa por volverla a abrazar.
Por eso, me atrevo a dar un consejo VIVE LA VIDA AHORA YA Y EL MOMENTO.... y dile a tus padres continuamente lo que los quieres y abrazales constantemente, se lo merecen, ellos lo hicieron por ti, no lo olvides nunca!!!!!